Los colchones, ese estupendo invento de los tiempos del Neolítico, magníficamente perfeccionado por los árabes antes de la época de las cruzadas, poseen un simbolismo especial en Argentina. Más allá de un lugar para el reposo y las cópulas, son también frecuentemente usados para guardar dinero con seguridad. Y cuando digo “dinero”, me refiero a dólares, ya que desde los años 70 nadie confía en el peso, la moneda nacional.
A lo largo del último medio siglo, los colchones han sido uno de los diversos escondites utilizados por los argentinos para guardar sus ahorros lejos de las garras de los gobiernos (asiduos practicantes de confiscaciones y tributos) y de las quiebras frecuentes de entidades del sistema bancario local – Argentina tiene una larga lista de bancos que cerraron sus puertas, dejando desahuciados a los titulares de sus cuentas bancarias.
Los argentinos también esconden dólares en cajas de seguridad, latas de conservas, interior de libros, bajo el piso, además de recurrir a instituciones financieras en el exterior. Este es el caso de las sucursales de los bancos en la ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento, que tienen una mayoritaria presencia de clientes de la clase media argentina (con la ventaja logística de que Colonia está a solo una hora en ferry-boat de Buenos Aires).
Por lo tanto, hace tiempo que los colchones son una metáfora de la inestabilidad económica argentina. Todas las clases sociales utilizan los «colchones». Guarda dólares la empleada doméstica que logra juntar 200 dólares y también el empresario con millones en cajas fuertes en su mansión (o en cuentas fuera del país).
En 1953, desde lo alto del balcón de la Casa Rosada, el palacio presidencial, delante de una enorme multitud reunida en la Plaza de Mayo, el presidente y general Juan Domingo Perón preguntó, desafiante: “¿Alguien ahí ya vio un dólar de cerca?”. La multitud respondió al unísono: “¡No!”.
Perón abrió una amplia sonrisa, haciendo gala del apodo “Coronel Kolynos” que tenía en esa época. El líder populista y nacionalista intentaba minimizar la creciente importancia de la moneda estadounidense en su país. Pero ya en esa época, hasta los militantes peronistas, a escondidas, empezaban a ahorrar en dólares.
La costumbre de guardar el dinero fuera del país o en los “colchones” se transformó en un clásico argentino a partir de la gran crisis de 1975. Y se intensificó con la crisis de 2001-2002. En esa época, los argentinos tenían un total de 81.870 millones de dólares fuera del sistema bancario. Dos décadas después, el volumen es considerablemente más grande, ya que según el informe de la Balanza de Pagos elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Argentina (Indec), actualmente ese colchón guarda 233.320 millones de dólares (y creció 900 millones de dólares solamente en el último trimestre).
Esto equivale a seis veces las reservas brutas del Banco Central, de 42.000 millones de dólares. O cinco veces más que la deuda de la Argentina con el FMI. Este volumen de dólares “en los colchones” equivale al 55% del PIB del país.
Hoy, 22 de octubre, la cotización del “dólar blue” (denominación popular para el dólar en el mercado paralelo) llegó a 195 pesos, el valor más alto del año. El valor impresiona no solo por la escalada de los últimos años (hace dos años, cuando el presidente Alberto Fernández fue elegido, estaba en 67,75 pesos y hace media década estaba en 15,22 pesos), pero también por la enorme distancia entre esa cotización informal y el dólar oficial, de “apenas” 104 pesos. O sea, entre las dos cotizaciones, hay una diferencia de 87%.

Argentina es una especie de “Doña Flor y sus dos maridos”. O mejor, parafraseando la obra del escritor brasileño Jorge Amado, “Doña Argentina y sus Dos Dólares”. El dólar oficial es como Teodoro, el farmacéutico pacato y aburrido que se casó con Doña Flor cuando ella enviudó. Ya el paralelo es aquel dólar codiciado que está siempre en escalada. Una especie de Vadinho, el priápico espíritu del difunto cónyuge de Doña Flor. O sea: oficialmente no existe, pero él está ahí (y es el único al cual la población presta atención).
Y, cuanto más sube el dólar, más lo persiguen los argentinos. Según autoridades estadounidenses, los argentinos son el segundo pueblo más dolarizado en el mundo, atrás – obviamente – de los Estados Unidos. Los rusos están en el tercer lugar en el ranking.
Esa mentalidad “verde” no se modificó a lo largo de medio siglo, fuese el gobierno de turno neoliberal, keynesiano, populista, desarrollista o nacionalista.
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Detrás de la actual escalada del dólar están…
- La inflación, que fue del 3,5% en septiembre, y que acumula 52% en los últimos 12 meses.
- Las crecientes dudas sobre las chances de lograr un acuerdo con el FMI para refinanciar la deuda (hace casi dos años que el gobierno Fernández intenta renegociar esos pagos, sin avanzar de forma substancial).
- Las incertezas políticas debido a la proximidad de las elecciones parlamentarias del 14 de noviembre. Existen grandes posibilidades de que suceda una remake de la derrota de las primarias de septiembre. Si esto ocurriera, el gobierno dejará de ser la principal fuerza política en la Cámara de Diputados. Además, podría perder la mayoría que el peronismo ostenta en el Senado desde la vuelta de la democracia en 1983.
- Las dudas sobre qué tipo de política económica el gobierno del presidente Alberto Fernández adoptaría en caso de victoria o de derrota en las elecciones parlamentarias. Uno de los miedos es que el gobierno implemente una gran devaluación.
- Las señales de que el presidente manda cada vez menos y de que quién da las órdenes es su vice Cristina Kirchner. El índice de aprobación del gobierno, que hace un mes era mala, 32%, ahora es peor, de solo 27%, según una encuesta de la consultora Poliarquía. Para complicar las cosas, la imagen de la autoridad se ha desintegrado, especialmente después de las críticas intensas disparadas contra Fernández por la mismísima vicepresidente. El gabinete, que ha sido reformado, ahora cuenta con más “cristinistas” y menos “albertistas”. Solo el 8% de la población considera que es Fernández el que manda.

- La tensión con los empresarios. Días atrás, el gobierno determinó el congelamiento de los precios de 1.400 productos hasta el 7 de enero, en un intento de contener la inflación. La lista del gobierno incluye productos como fideos, huevos y leche. Lo raro es que también han sido congelados los precios de productos como champagne, vodka, vino y cremas para las arrugas.
El congelamiento de precios ha sido adoptado en Argentina por gobiernos de los más variados espectros ideológicos desde los años 70, como la dictadura militar y el gobierno democrático de Raúl Alfonsín. Recientemente, recurrieron al congelamiento el gobierno de Cristina Kirchner, entre 2007 y 2015, y también el de Mauricio Macri. Todos fracasaron y no atacaron las causas de la inflación.
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Detrás de la costumbre de medio siglo de guardar dólares en el colchón están…
- Las constantes crisis desde 1975, año en que el ministro Celestino Rodrigo implementó el primer gran ajuste de la Historia del país, que provocó el caos económico. Desde entonces, los argentinos han soportado un total de siete crisis de gran magnitud (1975, 1982, 1989, 1995, 2001-2002, 2009 y 2018 hasta la actualidad).
- En ese período, los argentinos han sufrido devaluaciones repentinas, tres confiscaciones bancarias generales, recesiones, largos períodos de inflación e hiperinflación, estatizaciones arbitrarias, privatizaciones drásticas y desorganizadas, y reestatizaciones improvisadas.
- Desde «El Rodrigazo”, los puestos de comando del país pasaron por una especie de “puerta giratoria”: los argentinos han sido gobernados por 19 presidentes (de los cuales cuatro fueron interinos, una civil derrocada por los militares, dos militares derrocados en golpes de otros militares, y dos civiles elegidos que renunciaron), 38 ministros de Economía y 32 presidentes del Banco Central. Todo esto en apenas 46 años.
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- La inflación, que desde hace 17 años es de dos dígitos. Y en los últimos 10 años ha estado siempre por encima del 25% anual. La perspectiva es que 2021 cerrará con una inflación del 48%.
- La pobreza. En 1974 la Argentina tenía un nivel de pobreza de apenas 5%, similar al de los países europeos. Un año después ocurrió la primera gran crisis económica en el país y la pobreza empezó a crecer. La dictadura militar (1976-1983) generó más pobres, llegando al 21,6%. Con la vuelta de la democracia, la pobreza cayó al 14,2% en el gobierno de Raúl Alfonsín. Pero, con la hiperinflación, en 1989, el número de pobres volvió a crecer a lo largo de los años.
- En 2015, Cristina Kirchner ordenó la intervención del Indec, que empezó a maquillar sus índices. Según el gobierno, la proporción de pobres en Argentina era inferior a la de los países más ricos del Primer Mundo, entre ellos Alemania, con 5%. Pero, el cálculo elaborado por la Universidad Católica indicaba que la pobreza real era del 30%.
- La intervención en el Indec terminó en el gobierno de Macri. Semanas atrás el Indec anunció que el 40,6% de los argentinos son pobres. Y el 10,7% de los argentinos están en un nivel de pobreza aterrador, de indigencia.
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Glosario
El asunto del dólar clandestino
Arbolito: denominación genérica utilizada por los cambistas. Antes era aplicada solo a las personas que estaban en la calle Florida (Buenos Aires) vendiendo y comprando dólares. Tenían ese nombre porque permanecían inmóviles en la peatonal. Actualmente el término se aplica a cualquier tipo de operador de cambio ilegal.
Cuevas: oficinas en las cuales se cambian pequeñas y grandes cantidades de dólares. Algunos lugares son recónditos. Otros son más obvios. Generalmente operan «disfrazados» como agencias de turismo o negocios de loterías.
Delivery de dólar: servicio realizado por las “cuevas” para la entrega de dólares en el domicilio de sus clientes. Generalmente el fajo de billetes va escondido en el tobillo, dentro de la media del entregador.
“Cruzar el charco”: expresión que indica que la persona cruzará el “charco”, denominación irónica para el Río de la Plata, rumbo al Uruguay (donde miles de argentinos poseen cuentas bancarias, lejos de la fiscalización del Estado argentino y de sus eventuales confiscaciones o restricciones o quiebras de bancos).
Valores
Luca verde: mil dólares. Una luca, en el argot porteño, equivale a mil.
Palo verde: un millón de dólares. Un palo equivale a un millón.
Dólar Messi: nombre que el dólar paralelo recibió en 2013 cuando llegó a los 10 pesos, en alusión al número 10 que el astro argentino Lionel Messi usaba en la época. Esta cotización ya es parte del pasado, así como el “Dólar Tevez”, relativo a los 11 pesos.
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Cotizaciones
Dólar Blue: denominación que empezó a utilizarse en 2011; viene de “blue chip”, jerga de la operación que puede ser realizada por la Bolsa de Valores para transferir dólares al exterior. El dólar usado por los cambistas pasó a ser llamado de la misma manera.
Dólar “gris” o “liqui”: es el dólar preferido por las medianas y grandes empresas que necesitan hacer operaciones con grandes volúmenes de dólares, pero sin pasar por el filtro de las autoridades. Así, compran en el mercado local títulos en dólares que también cotizan en Nueva York (acciones de empresas argentinas o títulos soberanos). Enseguida, luego de adquirir estos títulos en pesos en Buenos Aires, los revenden en el exterior, en dólares, y los dejan depositados fuera del país.
La cruzada antidólar
Corralito Verde: expresión irónica para la batería de restricciones aplicadas por los gobiernos para limitar de forma radical el acceso a los dólares.
Pesificación: la conversión de los dólares a pesos. Durante años los ministros de los gobiernos Kirchner afirmaban que era necesario “pesificar” la dolarizada mente de los argentinos. Sin embargo, la presidente Cristina (y varios de sus ministros) tenían depósitos y aplicaciones financieras en dólares.
En boca cerrada…
Frases polémicas sobre dólares:
“El que apuesta al dólar pierde”: frase de Lorenzo Sigaut, ministro de Economía de Argentina en 1981, durante la dictadura militar. Sin embargo, menos de una semana después, la cotización del dólar aumentó el 35%, contrariando las previsiones del ministro. Su frase todavía es mencionada, con ironía, por los escépticos argentinos cuando alguien alerta que es una tontería comprar dólares.
“El que depositó dólares recibirá dólares”: frase del presidente interino Eduardo Duhalde en plena crisis, en enero de 2002. Días después, él mismo se dio cuenta de que eso sería imposible e implantó el “corralón” (confiscación de las cuentas en dólares). Los dólares fueron “pesificados” obligatoriamente al valor de 1,40 pesos. Tres meses después el cambio real llegaba a 4 pesos.
(Traducido por Adelina Chaves)