Recorte cosmético de ceros en la moneda venezolana
Foto: Observatorio Venezolano de Finanzas/Instagram
Economía

Recorte cosmético de ceros en la moneda venezolana

El régimen de Nicolás Maduro recorta ceros y cambia el nombre de la moneda nacional en un intento de maquillar la lluvia de sus fracasos en la economía

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Si estás mal, si te han roto el corazón, agrega más lápiz labial y pasa al ataque«.

Muchos gobiernos a lo largo de la historia han actuado en el ámbito monetario como si siguieran este consejo de Coco Chanel, el emblema francés de la moda en la década de 1920. Si la economía de un país andaba mal y la moneda se devaluaba de manera espantosa, la solución era recurrir a un maquillaje – a una cosmética financiera – convirtiendo los billetes que tenían una aterradora cantidad de ceros en billetes con menos dígitos, mediante una reducción de esos ceros.

Imaginemos un país. Ruritania. Su moneda, la corona ruritana. Debido a la inflación generada por la caótica política económica del rey Rodolfo II, ha sido necesario crear un billete de 100.000 coronas (el billete de mayor denominación anterior era el de 10.000). Pero, ¿qué hacer si, un tiempo después, ese billete ya no vale nada? Pues bien, se aplica la cosmética financiera y se eliminan tres ceros de ese billete, que pasa a ser un billete menos aterrador de solo 100 coronas.

En todo el planeta, el clásico recorte de ceros es de tres dígitos. Sin embargo, por orden del autócrata de Venezuela, Nicolás Maduro, a partir del 1 de octubre la moneda nacional venezolana tendrá seis ceros menos. Será una guillotina monetaria, algo que en la historia de América Latina – o mejor, de todo el continente americano – ocurrió solo una vez. El solitario precedente tuvo lugar en el caótico Perú de 1991.

Así, el billete de 1 millón de bolívares soberanos (el de mayor denominación en la actualidad) pasará a valer 1 bolívar. Pero, a diferencia de Perú, este recorte de ceros realizado por Maduro consiste en hacer una amputación sobre un recorte realizado hace apenas tres años, en 2018, cuando se eliminaron cinco ceros. Y vale recordar que en 2008 el entonces presidente Hugo Chávez (1999-2013) ya había extirpado otros tres ceros.

En otras palabras, debido a la creciente inflación, en solo 13 años la moneda venezolana perdió 14 ceros. Más de un cero por año. Esto significa que 100.000.000.000.000 de bolívares en 2008 (100 billones de bolívares) equivaldrían a 1 bolívar digital en la actualidad. Según el Banco Central de Venezuela, el recorte de ceros busca “facilitar” el uso de la moneda, “llevándola a una escala monetaria más simple”.

Venezuela ha tenido varias fases de inflación muy alta a lo largo de su historia. Pero desde que Maduro llegó al poder en 2013, tras la muerte de Chávez, la situación se ha descontrolado: el país lleva 44 meses en hiperinflación ininterrumpida y acumula ocho años de recesión. En 2020, Venezuela tuvo una hiperinflación del 2.959,8% (los economistas críticos con el régimen señalan que la tasa real fue del 3,713%). En 2019 había sido del 9,585%. En años anteriores, los números también daban más miedo que una visita de Freddy Kruger y Chucky. Es la inflación más alta del planeta.

A esto hay que añadir la pobreza que abruma a la mayoría de los habitantes que se han quedado en el país. Debido a la crisis crónica, casi 6 millones de venezolanos se marcharon en éxodo. Este flujo solo se ha detenido en el último año y medio debido a la pandemia, que provocó el cierre de las fronteras.

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Los defensores del régimen echan la culpan de esta situación a las sanciones económicas de Estados Unidos, que consideran como la causa de todos los males de Venezuela. Pero en realidad, el gobierno del presidente Barack Obama aplicó sanciones contra los miembros del régimen (y no contra la economía del país), como embargos a las cuentas bancarias de los líderes chavistas en los bancos estadounidenses. Las sanciones que complicaron la economía venezolana empezaron recién en 2018, ya bajo la administración de Donald Trump. La debacle venezolana es anterior a las sanciones (pero empeoró con ellas).

Para complicar las cosas, el régimen de Maduro no puede imprimir billetes a la velocidad que sería necesaria. Por lo tanto, la cantidad de moneda en papel es escasa, lo que genera enormes colas en los bancos. Esto ha generado un escenario en el que la mayoría de la población necesita utilizar dinero electrónico (con la complicación resultante de las malas conexiones a Internet y los cortes de electricidad), mientras que otra parte tuvo que recurrir al dólar.

Manifestación en el centro de Caracas contra el presidente Nicolás Maduro en 2019. Foto: Fotos Públicas

En julio de este año, la inflación venezolana fue del 19%, según la ONG Observatorio Venezolano de Finanzas. Según la entidad, la inflación acumulada desde principios del año es del 415,7%. El acumulado en los 12 meses anteriores sería del 1.984%.

El salario mínimo en Venezuela es de 7 millones de bolívares (alrededor de 1,70 dólar). El Estado venezolano otorga un subsidio alimentario que suma un valor de 15,3 millones de bolívares, algo así como 3,60 dólares. Pero, según el Observatorio Venezolano de Finanzas, en julio la canasta básica de alimentos para una familia de cinco miembros tenía un costo equivalente a 303 dólares.

«Rebautizando»

Además de eliminar los ceros, la cosmética financiera va acompañada de un «cambio de nombre» de la moneda. Como si fuera un nombre artístico. O peor, como un partido político que, periódicamente, cuando sus miembros se devalúan ante la opinión pública, cambia de nombre y sigla para crear la impresión de que se convirtió en un producto mejor (pero que en el fondo sigue siendo lo mismo de siempre, sin ninguna mejora concreta).

Esto también se aplica a las monedas. En Brasil, por ejemplo, el «cruzeiro» se convirtió en el «cruzado» y luego en el «real». En Venezuela, la moneda lleva el apellido del héroe nacional, Simón Bolívar. Pero no se trata de un héroe nacional cualquiera. Es una especie de superhéroe, que presta su nombre a avenidas, calles, barrios e incluso a una provincia. Existe, además, un país, Bolivia, lejos de Venezuela, que también tiene su nombre en homenaje a Simón.

Por eso, como cambiar el nombre de la moneda nacional venezolana hubiera sido una herejía, la solución fue agregarle algo. Así, el “bolívar” se convirtió en “bolívar fuerte” por orden de Chávez en 2008. Maduro, al reformular la moneda en 2018, la rebautizó grandilocuentemente como “bolívar soberano”. Ahora Maduro rebautiza su propio “rebautismo” como “bolívar digital”.

Es como una especie de estrategia de marketing para intentar, desesperadamente, estimular la confianza de los ciudadanos en la supuesta “nueva moneda”. El economista Leonardo Vera, profesor de la Universidad Central de Venezuela, dice que la medida de recortar ceros “es como secar el piso, pero sin arreglar la gotera”.

«Índice Café con Leche»

Hace años, la agencia Bloomberg, ante la falta de divulgación del índice de inflación oficial de Venezuela y la necesidad de contar con algún parámetro sobre la escalada de precios, decidió tomar como referencia el precio de algo que consumen diariamente los venezolanos: una taza de café con leche en las panaderías de Caracas. Y así nació el “índice Café con Leche de Bloomberg”. Habría sido imposible usar el índice Big Mac como parámetro en Venezuela, ya que la carne de la hamburguesa es un alimento que la mayoría de los venezolanos no puede permitirse.

Ofreciendo cilindros de gas en las calles de Venezuela. Foto: Observatorio Venezolano de Finanzas/Instagram

En abril de 2018, una taza de café con leche en las panaderías de Caracas costaba 190.000 bolívares fuertes. En julio, ya había subido a 1.400.000 bolívares fuertes. Y en los primeros días de agosto había llegado a 2.000.000 de bolívares fuertes.

En agosto de ese año, Maduro creó el “bolívar soberano” e implementó otro recorte de ceros, cinco esta vez. Como resultado, una taza de café con leche pasó a valer 20 bolívares soberanos. Pero el maquillaje monetario no sirvió de nada, ya que la inflación siguió su escalada. El precio del café con leche aumentó rápidamente, subiendo en octubre a 70 bolívares soberanos y a 800 bolívares soberanos en enero de 2019. En agosto de 2019, un año después de la eliminación de los ceros, la misma taza de café con leche ya costaba 9.000 bolívares soberanos.

Y así siguió. Hace unos días, el 25 de agosto de 2021, una taza de café con leche costaba la asombrosa cifra de 7.831.138 bolívares soberanos. Así es, 7,8 millones de bolívares soberanos para sorber una prosaica taza de café con leche.

Si Maduro nunca hubiera cortado los cinco ceros, el precio sería de 783.113.800.000 (783 mil millones) de bolívares. Y si Chávez no hubiera recortado sus tres ceros en 2008, el precio de la taza sería de 783.113.800.000.000 (783 billones) de bolívares.

Bolívar

Los líderes políticos de Venezuela proclamaron su independencia de España en 1811. En la práctica, la independencia no se materializó plenamente hasta 1821, con la derrota de las últimas tropas españolas. Fue entonces cuando las nuevas autoridades empezaron a acuñar el “peso venezolano”. Sin embargo, en 1871 el “peso venezolano” fue reemplazado por el “venezolano”. Esta nueva moneda tuvo una vida corta, ya que se extinguió en 1879. Y se creó el “bolívar”.

A lo largo de 137 años, el bolívar pasó por varios momentos complejos, por graves crisis, especialmente en las décadas de 1970 y 1980, lo que demuestra que la incompetencia venezolana en la economía es anterior al caos del chavismo (aunque el chavismo ha demostrado ser capaz de superar a los gobiernos predecesores en términos de desastre).

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Pese a todo, el bolívar sobrevivió ese período sin sufrir recortes de ceros, ni siquiera cambios de nomenclatura, hasta el citado año 2008, cuando Chávez, ante una inflación creciente, optó por un maquillaje, haciéndole su primera reducción de ceros.

Diez años después, en 2018, la situación económica en Venezuela era dantesca. Una vez más, en lugar de ordenar la economía, Maduro optó por un recorte de ceros. El diferencial esta vez fue el anuncio de que el bolívar soberano estaría respaldado por el “petro”, una especie de bitcoin chavista que creó Maduro en 2018 y que fue ignorado por los inversores internacionales. Ni siquiera sus aliados quisieron comprar dicha criptomoneda. El gobierno chavista fue el único comprador.

Tras este recorte de ceros, los ocho nuevos billetes que se emitieron en ese momento perdieron su valor en apenas diez meses y fue necesario emitir otros tres. Así, en marzo de 2021, el régimen chavista emitió los billetes de 200.000, 500.000 y 1.000.000.

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A partir del 1 de octubre, como mencionamos antes, este billete de 1.000.000 valdrá solo 1 bolívar. El billete de 100 bolívares digital será entonces el de mayor denominación, equivaliendo a 100.000.000 de bolívares soberanos. Actualmente, un ciudadano venezolano necesita siete billetes de 1.000.000 de bolívares soberanos para comprar una botella de agua de cinco litros.

¿Y el dólar?

En 1973, cuando el gobierno venezolano estableció el libre cambio, el dólar se cotizaba a 4,30 bolívares. En enero de 1999, un mes antes de la toma de posesión de Chávez, el dólar se cotizaba a 573,86 bolívares. Pero en 2018, en vísperas del recorte de ceros que protagonizó Maduro, el dólar en el mercado paralelo llegaba a 5.921.486,23 bolívares (así es, 5,9 millones).

Sin embargo, gracias al recorte, en 2018 el precio se situó en 59,21 bolívares soberanos. Tres años después, el valor de la moneda estadounidense volvió a la marca del millón, a 4.040.784 bolívares soberanos.

La economista Tamara Herrera sostiene que si el régimen no implementa medidas concretas para combatir la inflación, en tres o cuatro años Maduro tendría que implementar un nuevo recorte de ceros.

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No, no es comunista

En las redes sociales es frecuente leer, además de la defensa de que la Tierra es plana, frases que indican que Venezuela es un país “comunista” (tema que también pregonan políticos que rozan la condición de iletrados).

Ahora bien, uno de los requisitos básicos para ser “comunista” es que el 100% de la actividad económica esté en manos del Estado. Es decir, desde el portero del edificio, pasando por el verdulero, el abogado, el mecánico, el cirujano plástico, el bufete de ingeniería, la consultoría financiera, hasta la fábrica de fideos y el gimnasio de crossfit, entre otros.

Pero este no es el caso. En Venezuela, aunque en estos 21 años el gobierno chavista ha realizado una enorme cantidad de nacionalizaciones y confiscaciones, más del 60% de las empresas siguen siendo del sector privado. Es decir, Venezuela puede tener políticos «socialistas» al frente del país, pero la economía venezolana sigue siendo mayoritariamente de propiedad «capitalista».

(Traducido por Adelina Chaves)

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