El último viernes, 11 de marzo, en Valparaíso, ciudad donde tiene su sede el Poder Legislativo de Chile, el primer presidente millennial de América del Sur, Gabriel Boric, recibió la banda presidencial del multimillonario Sebastián Piñera y, enseguida, la piocha de O’Higgins, una pesada estrella de metal esmaltado que queda colgada de la banda y es el símbolo del poder del cargo. El exdiputado, que hace exactamente un año ni siquiera estaba entre los principales presidenciables del país, entra en escena, y sale el presidente con la mayor impopularidad de la historia democrática chilena.
Aun en Valparaíso, Boric tomó juramento a un gabinete de características inéditas en América Latina, ya que tiene mayoría de ministras mujeres (58%). Entre ellas, la primera mujer en ocupar el Ministerio del Interior y Seguridad Pública, la médica Izkia Siches. La ministra de Defensa es Maya Fernández Allende, nieta del fallecido presidente Salvador Allende, que se suicidó para que las tropas del general Augusto Pinochet no lo arrestaran, en septiembre de 1973. El gabinete de Boric también será el primero de la región en contar con un ministro y una ministra abiertamente homosexuales.

Boric declaró que respaldará los proyectos para la legalización del aborto que sean enviados este año al Parlamento (el año pasado un proyecto fue derrotado).
Se trata, en la práctica, del primer gobierno realmente progresista y diverso de la región y que representa una nueva izquierda. Boric va a contramano de la vieja guardia, más apolillada y conservadora en el área de derechos humanos y representada por nombres como Pedro Castillo (Perú), Daniel Ortega (Nicaragua), Nicolás Maduro (Venezuela) y Andrés Manuel López Obrador (México). Boric no tiene aliados religiosos o aprecio por las raídas teorías conspirativas (al contrario de los citados arriba).
El nuevo presidente chileno se dice defensor del Estado laico, algo que, en la región, solo ocurre en Uruguay hasta el momento (aunque en este país el Estado laico es defendido tanto por la centroizquierda como por la centroderecha y el centro).
Boric dijo en su discurso de asunción que defenderá los derechos humanos, con independencia de los gobiernos de los países – una referencia a las recientes críticas que hizo al presidente ruso Vladimir Putin por la invasión a Ucrania, en una posición que se aleja de la neutralidad de buena parte de los gobernantes de la región. Boric también ya había criticado a Ortega y a Maduro, que no fueron invitados a la ceremonia, así como tampoco el cubano Miguel Díaz-Canel y el opositor de Maduro, Juan Guaidó.
Para la asunción, Boric invitó al colombiano Gustavo Petro (candidato presidencial de la izquierda), a la expresidente brasileña Dilma Rousseff y a sandinistas disidentes de Nicaragua (opositores a Ortega), entre otros.
Pokémon y barba hípster: el lado millennial de Boric
Boric es un millennial, así como buena parte de sus ministros (y como todo su círculo íntimo de asesores). Todos se expresan en discursos públicos, pero su principal base son las redes sociales. Ellos eran bebés cuando cayó el Muro de Berlín (noviembre de 1991), y crecieron después de terminada la Guerra Fría. Por eso su retórica también es diferente. Y sus barbas (cuando las tienen) no son revolucionarias, sino más hípsters.
En esta misma línea, defienden la conquista del poder a través de las urnas y no por las armas. En el caso de Chile, hay un precedente para esta visión: Allende llegó al poder por la vía del voto, en 1970, la denominada “Vía chilena al socialismo”, y fue el primer presidente de este espectro político en ser elegido en América Latina.
Cosmopolita y ecologista (para él esta es una prioridad, no un tópico secundario), Boric ya mostró su fervor musical por la cantora pop americana Taylor Swift y su aprecio por el dibujo y videojuego Pokémon (especialmente por Squirtle, el Pokémon del tipo agua de la primera generación).
Es también el primer presidente tatuado de la historia de América Latina (por lo menos, el primero que admitió eso, con tatuajes en lugares visibles).
Y vive con una feminista, Irina Karamanos, que ya dejó claro que no será primera dama, ya que considera que éste es un puesto por demás arcaico. Karamanos afirma que nadie debería ocupar un puesto debido a vínculos matrimoniales o familiares con un presidente.
Qué esperar de las calles y de las cámaras en el mandato de Boric
Ese mismo viernes Boric viajó de Valparaíso a Santiago, donde discursó para miles de personas apiñadas en torno a la sede del gobierno, el Palacio de La Moneda. Esta multitud, sin embargo, no refleja el proceso electoral.
Boric llegó al poder con una base popular muy pequeña (la menor desde el retorno de la democracia). En la primera vuelta, su rival, José Antonio Kast, conquistó el 27,9% de los votos de las personas que fueron a votar. Boric obtuvo el 25,8%.
Ambos candidatos, de hecho, llegaron a la segunda vuelta apoyados por una pequeña parte de la población, ya que más de la mitad de las personas con derecho a votar no acudieron a las urnas. (En Chile el voto no es obligatorio). Al final del día, Kast obtuvo el 13% del electorado total, y Boric, el 12%.
En la segunda vuelta, Boric venció gracias a los votos anti-Kast, con el 55,8% de los votos de los chilenos que fueron a votar, o sea, 4,6 millones de votos. En la práctica, sin embargo, esto equivale al 30,6% del padrón electoral.
Piñera y la expresidente Michelle Bachelet también fueron elegidos con una baja proporción de votos, aunque no tan bajas en la primera vuelta como Boric. Y los dos tuvieron problemas para lograr el respaldo de las calles.
Para Boric, sin embargo, el desafío es mayor, porque él también inicia su gobierno sin mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Apruebo Dignidad, la coalición de Boric, tiene 37 de los 155 escaños de la Cámara. Con el apoyo de otros partidos de centroizquierda y de centro, reunidos en la coalición Nuevo Pacto Social (que reúne los restos de la antigua Concertación) y con los cuales estuvo tejiendo acuerdos, puede llegar a los 74 votos. Para tener una mayoría necesitaría 78.
Por lo tanto, tendrá que negociar con dos partidos con los que hay momentos puntuales de sintonía – Dignidad Ahora y el Partido Ecologista Verde –, que, juntos, tienen cinco escaños.
Ya en el Senado, la coalición de Boric tiene ínfimos cinco escaños, el equivalente al 10% del total. Junto con el Nuevo Pacto Social llega a 18 escaños, lo que equivale al 36% del total. En el Senado, aunque los partidos de la oposición son mayoría, están fragmentados. O sea, ningún grupo posee la mayoría de la cámara alta por sí solo.
Sabiendo esto, en el discurso de asunción, Boric dijo que el gobierno y la oposición tendrán que trabajar juntos.
Desigualdad, pueblos originarios y nueva Constitución: los desafíos de Boric
El nuevo presidente, en un guiño a los sectores que piden más presencia de la Policía en las calles, afirmó que es necesario combatir la criminalidad, pero subrayó que ésta es causada en gran parte por la desigualdad social. Por eso, destacó que es necesario distribuir mejor la riqueza del país, para evitar la desigualdad que provoca la crisis social.
Otra demanda, especialmente de los sectores de la derecha y de la extrema derecha, que gana fuerza entre la población del norte de Chile, es el tema de la inmigración. Una media de 500 inmigrantes por día?? procedentes de Venezuela llegan al país a través del desierto del norte. Utilizan unos 160 senderos existentes en la frontera.
Durante la campaña electoral, Kast llegó a proponer la construcción de un inmenso foso en la frontera para frenar este movimiento.
Las cifras, sin embargo, contradicen la paranoia de los grupos anti-inmigrantes. En Chile viven 1,4 millones de inmigrantes, el 7% de la población del país. Estos, sin embargo, representan sólo el 2,3% de las personas involucradas en delitos. En los últimos meses, el norte de Chile fue el escenario de xenofobia, con ataques a familias de inmigrantes venezolanos. En febrero, el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) criticó la discriminación y la violencia contra las personas que partieron en éxodo del régimen de Nicolás Maduro.
En su discurso, Boric también destacó que buscará soluciones para el conflicto de los indígenas en el sur del país. Los pueblos originarios constituyen el 10% de los habitantes de Chile.
En las áreas meridionales del país, los indígenas, especialmente el mayor grupo, los mapuches, protestan desde hace dos décadas, exigiendo mayor autonomía y respeto a su cultura y costumbres. Además, exigen la devolución de sus tierras. Al no obtener respuesta a sus demandas en los gobiernos Bachelet y Piñera, los mapuches protagonizaron actos de violencia, como forma de presionar a las autoridades.
El año pasado, frente al aumento de los conflictos, Piñera envió miles de militares al sur, lo que hizo crecer la tensión.
Boric también tendrá que mostrar previsibilidad para volver a atraer a los inversores internacionales, que se asustaron con las protestas sociales de 2019 y 2020 (y que todavía desconfían del rumbo de la Constituyente, ya que varios integrantes de la Asamblea tienen la intención de limitar la acción de las empresas extranjeras en algunas áreas, como la de distribución de agua, tema delicado en Chile, especialmente en los últimos años, de intensa sequía).
El nuevo presidente también deberá atender a las masas que participaron activamente de las manifestaciones de 2019 y 2020. La lista de estas exigencias es amplia, y abarca la reforma del sistema de jubilaciones (con una eventual reestatización del sistema o la creación de un sistema de jubilaciones mixto); reducción de los costos de la educación (o su gratuidad), tema por el cual él mismo luchó cuando era líder estudiantil hace una década; menos poder represivo a la Policía (la institución protagonizó diversas violaciones a los derechos humanos en los últimos años); y la legalización del aborto. Y, además, una política de género muy activa.
Pero, ante todo, Boric tendrá que reactivar la economía, golpeada por las manifestaciones y por la pandemia, conciliando las propuestas de una reforma fiscal que busca dar un alivio a la clase baja y aumentar la carga fiscal de las grandes empresas chilenas. Todo esto, en el marco de una inflación que acumulaba un alta del 7,8% en los últimos 12 meses, tasa significativamente más alta que el techo de 4% proyectado por el Banco Central.
Pero, sobre todo, Boric tendrá que lidiar también con las susceptibilidades de su propia coalición. El Partido Comunista tiene mayor peso en grupo, pero no obtuvo muchos cargos en el gobierno de Boric, que forma parte del partido Convergencia Social, y tampoco apreció las críticas disparadas por el presidente a los países bolivarianos. El PC chileno posee una gran estructura partidaria y capacidad de organización. En el caso de que considere necesario protestar contra Boric en las calles, podrá hacerlo de forma ostensiva.
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La Asamblea Constituyente, que fue una de las demandas de los manifestantes de las protestas de 2019, inició sus trabajos a mediados del año pasado. Allí se está elaborando el texto de la nueva Constitución chilena, que reemplazará a la del dictador Pinochet, impuesta en 1980 y todavía en vigencia, aunque haya pasado por diversas reformas.
La Constituyente lleva nueve meses de trabajo, período que puede prorrogarse tres meses más – lo que significa que debe terminarse en julio de este año.
Cada artículo del texto de la nueva Constitución deberá ser aprobado por dos tercios de los constituyentes. Luego, la Constitución pasará por el filtro de un plebiscito popular para saber si es aceptada o no. Si es aprobada, Boric gobernará bajo una nueva Carta Magna que reducirá bastante el poder del Ejecutivo y aumentará el del Legislativo. Boric ya afirmó que espera y aprueba este escenario de reducción del actual hiperpresidencialismo.Una encuesta de la Universidad del Desarrollo indicó que el 53% de los encuestados (preguntados sobre el avance actual de la Constituyente, con los puntos debatidos por ahora) afirmó que votará a favor de la aprobación de la nueva Carta Magna, mientras que el 47% respondió que no la aprobará.
Traducido por Adelina Chaves