Hace un año, al analizar los principales impactos de la pandemia, nos llamó la atención la fuerte reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero por el simple hecho de que había menos autos en las calles. En ese momento, mencioné que esa era una oportunidad de oro para ayudar a repensar y revolucionar la movilidad urbana en las grandes ciudades, para que la gente no tuviera que estar a veces más de dos horas en el tráfico para llegar al trabajo. Esta cuestión aún requiere mucha reflexión y análisis técnico: el regreso de los congestionamientos en las grandes ciudades ya es una realidad – y si no se hace nada nos hundiremos cada vez más en el caos vial.
No se trata de adivinación, pero veo la repetición de patrones al comparar algunos ejemplos en el mundo. Hace poco estuve en México y Colombia y me impresionó la intensidad del tráfico, que no es muy distinto al que veo en São Paulo. Esto me preocupa, porque todos conocemos las consecuencias de la gran cantidad de autos en la calle y de los congestionamientos en la rutina de las ciudades y, también, en la salud de las personas. Así, comparé las cifras y me encontré con un dato que no sorprende: a mediados de noviembre, la capital de São Paulo mostró un récord de ralentización en el tráfico desde el inicio de la pandemia, según la Compañía de Ingeniería de Tránsito (CET), con filas de unos 370 km.
En Brasil, según los datos de Waze, el número de desplazamientos en auto creció notablemente en septiembre de este año, aún en comparación con el de septiembre de 2019, antes de la pandemia. Si por un lado esta tendencia está directamente relacionada con la seguridad de las personas, que pueden volver al estilo de vida de antes de la pandemia, gracias al avance de la vacunación, por otro muestra también una zona de confort de la cultura del auto, en la cual las personas no buscan trasladarse de la manera más eficiente. Y eso perjudica todo lo que se ganó durante los períodos de aislamiento social, cuando las tasas de contaminación se redujeron considerablemente en varios países.
Mírelo desde este ángulo: se habla mucho de los autos eléctricos, y este fue uno de los principales temas tratados en la COP26 de este año. Aunque soluciona problemas medioambientales, ya que no emite gases contaminantes, el modal aporta poco a la evolución de las ciudades inteligentes, dado que ocupa el mismo espacio que los vehículos de combustión. En otras palabras, con los autos eléctricos seguirá existiendo congestión vehicular.
También noto en los eventos que el discurso es siempre el de la “innovación” en la forma en que las personas van a empezar a desplazarse, pero mi impresión es la de que estamos estancados, aún cuando hay novedades en movilidad activa. Además de lo que mencioné en relación a las inversiones en modales, que no solucionan al 100% los problemas de la movilidad urbana, todavía tenemos poca infraestructura que prioriza micromodales y espacios públicos más eficientes y sostenibles. La bicicleta eléctrica, por ejemplo, es una tendencia importante que crece en todo el mundo. Durante la pandemia, Nueva York registró alrededor de tres millones de nuevos usuarios en sus sistemas de bicicletas compartidas.
Tenemos ante nosotros el mismo desafío que teníamos antes de la pandemia, pero la búsqueda de formas alternativas de desplazamiento está mucho más presente en la cabeza de las personas. En este movimiento hay, sin duda, una gran cuestión económica. Con el precio del combustible y la electricidad en máximos históricos, que estrangulan los bolsillos de los brasileños, es cada vez más necesario trabajar para ofrecer alternativas.
Hemos creado una herramienta que calcula distancias utilizando diferentes medios de transporte. Así, es posible identificar rápidamente que en un viaje diario de 10 km, por ejemplo, en un auto propio, una persona gasta más de 1.000 reales por mes, sin contar el valor de su adquisición y mantenimiento. En cambio, usando el transporte público, el costo promedio es de 230 reales para la misma distancia. Con las bicicletas compartidas, el costo mensual se reduce a solo 29,90 reales, según la ciudad – menos que una suscripción de streaming.
Estos últimos tiempos, hemos vivido periodos en que las ciudades estaban más tranquilas, con menos tráfico y menos ruido provocado por los autos. Con la reanudación de las actividades presenciales será necesario que muchos brasileños ajusten algunos hábitos – y reajusten otros –, según la situación.
Por lo tanto, la inversión en políticas de desarrollo de ciudades sostenibles, con movilidad inteligente, será crucial para que podamos usar mejor el espacio público. Es por ello que la participación de las personas, el compromiso de las empresas y el poder público, y la innovación continua en este sector son elementos imprescindibles para que se produzca una revolución en las vías públicas del país. Y esto tiene que ser cada vez más evidente, y con más y más logros.
(Traducido por Adelina Chaves)