Brasil ha sido fecundo en la creación y divulgación de fake news sobre Argentina y el resto de América Hispánica. Sin embargo, a veces también surgen desinformaciones sobre los países de la Unión Europea, Estados Unidos y otros puntos del planeta. Y, en ocasiones, sobre la propia Historia mundial. Fue el caso del diputado Eduardo Bolsonaro, que el año pasado escribió en las redes sociales: “Winston Churchill, el primer ministro del Reino Unido durante la 2ª guerra mundial. ¡¡Más profético imposible!!” Debajo, el legislador estampó una imagen de Churchill con esta frase incorporada: “Los fascistas del futuro, se llamarán a sí mismos antifascistas”.

Así es, con una coma en el medio. La coma es lo de menos (pero ilustra la falta de respeto con el idioma de Camões y Michel Teló). El problema es atribuirle a Sir Winston Leonard Spencer Churchill la frase “The fascists of the future will call themselves anti-fascists”. Churchill no dijo eso porque no era cursi. Y esta es una frase cursi, típica de la cultura de Facebook y WhatsApp.
Además (y esto es lo más importante), la International Churchill Society ya había anunciado en 2018 que esta frase no era del hombre que fue dos veces primer ministro de Gran Bretaña. Hace tres años el gobernador de Texas, Gregg Abbott, publicó la frase falsa como si fuera verdadera, lo que motivó la explicación – con toda la flema británica – de la Society.
La frase del hijo del presidente de Brasil se produjo en un contexto en que cada vez más personas califican de “fascista” el modus operandi de Bolsonaro (a ello se suma el uso creciente de consignas antifascistas por parte del presidente…) Y, además, está la afirmación categórica del diputado: “más profético, imposible”. Pero, “profecías” no existen. Estamos en el siglo XXI. Salgan de sus cavernas.
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Aprovecho la oportunidad para explicar que…
1 – Churchill nunca dijo “prefiero el mocotó [plato brasileño a base de patas de vaca] con puré de patatas que con yuca”.
2 – Churchill nunca escribió la frase “¡¡¡Dale Corinthians [club de fútbol brasileño] !!!
Pero, volvamos a las fake news made in Brazil sobre América del Sur.
Base rusa en Venezuela (el plan caipiroska)
Un día de 2016 empecé a recibir mensajes por las redes sociales preguntándome por qué “ocultaba la existencia de la base rusa en Venezuela desde la cual el presidente Vladimir Putin bombardeará Brasil”.
“¿Base rusa?” pensé. Cuando leí la frase por primera vez pensé que algún twittero había ingerido ciclópicas cantidades de aguardiente de plátano de Morretes para poder señalar en mi TL un tema tan delirante. Esto ya entraba en un nivel de delirio del Apocalipsis de los mayas o chupacabras.
Pero, minutos después supe que la histeria colectiva se había generado a raíz de las declaraciones de la abogada brasileña Janaína Paschoal, sobre la existencia de una base militar rusa en tierras venezolanas.
Según ella, “con la construcción de una base militar rusa en Venezuela, una posición firme de Brasil ya no es solamente la cuestión humanitaria, sino también la de defensa. Putin tiene poco más de 60 años, puede ser considerado un anciano por la ley brasileña. A efectos políticos, es un adolescente. Un imperialista, nadie lo niega. Con una base militar en Venezuela, Putin está a un paso de atacar Brasil. ¿Les parece gracioso? Lo digo en serio. Es algo común decir que la gente es estúpida, para que se calle. ¡Pero esto no funciona conmigo!”.
La abogada brasileña no mencionó la fuente de su categórica afirmación sobre la base rusa. En ese momento expliqué que no existía ninguna base militar rusa «en construcción» en Venezuela. Ni siquiera la oposición venezolana hablaba sobre la hipotética y surrealista existencia de una base rusa. Y, si hubiera alguien dispuesto a denunciar una base rusa ya construida allí, sería – obviamente – la oposición venezolana. Además, ni la CIA ni el Pentágono denunciaron la base rusa construida en Venezuela.
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Repasemos:
1 – La oposición venezolana no conocía la existencia de la mentada base rusa.
2 – La CIA no conocía la existencia de la mentada base rusa.
3 – El Pentágono no conocía la existencia de la mentada base rusa.
4 – Una abogada de San Pablo, ella sí, conocía la “existencia” de la mentada base rusa. O sea, ella sabía más que la CIA y el Pentágono y la Casa Blanca.
Resumen de la realidad: no había en 2016 una base rusa ya «construida» o «inaugurada», ni siquiera «reciclada». Tampoco existía un plan para “restablecer” una base rusa en Venezuela, como algunos argumentaron, ya que eso sería imposible, pues para “restablecer” algo antes es necesario “establecer”. Y, como nunca se estableció, no se podía restablecer. Así, el presidente Putin no podría “atacar” o “invadir” Brasil desde una hipotética “base” en Venezuela.
La noticia falsa sobre la «base rusa» tuvo como disparador las declaraciones de las autoridades venezolanas en años anteriores, que expresaron de manera muy general el deseo de tener un día la oportunidad de contar con una base rusa. A esto se sumó una nota de una revista rusa de 2014 (cada tanto es rescatada en Facebook y similares) en la cual se discurre sobre un supuesto eventual proyecto que tal vez – quien sabe, quizás – podría (verbo en condicional) acordarse con un gobierno venezolano. Estamos en 2021 y hasta ahora nada se ha mencionado sobre la existencia de una base rusa en ese país.
Así, Putin nunca invadió Brasil, Manaus no ha sido rebautizada como Nueva Putin del Oeste, el frevo no ha sido remplazado por danzas cosacas y los brasileños no están bautizando a sus hijos con nombres como “Tchaikovsky de Oliveira” o “Tolstoi Bezerra”. Y la caipiroska ya existía mucho antes de esta teoría conspirativa. Pero, podríamos ponerle a este delirio el nombre de “Plan Caipiroska”.
Bolivia invade Brasil
Las “invasiones” generan un enorme frenesí en las redes, ya que permiten declaraciones rimbombantes de los líderes políticos y sus militantes sobre la defensa de la patria y cosas por el estilo. Fue el caso de la supuesta “invasión boliviana a Brasil”.
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Todo comenzó en 2015 cuando el entonces presidente boliviano Evo Morales pronunció un discurso ante un grupo de militares. En el medio del discurso, Morales mencionó la crisis del gobierno de Dilma Rousseff. Morales, de forma genérica, mencionó el riesgo de “golpes de Estado” en América del Sur. A continuación, subrayó que la región necesitaba “defender la democracia”.

Pero, algunas semanas después, en las redes sociales y en pequeños medios de comunicación de Brasil, se propagó la “noticia” de que Morales había “amenazado” con realizar una “invasión” del territorio brasileño. Esta invasión sería protagonizada por el pequeño y militarmente anticuado “Ejército Boliviano”. Todo esto para evitar la caída de Dilma.
Sin embargo, en ninguna parte de su discurso (ni en otros) el presidente Morales se refirió a una hipotética invasión a Brasil.
Morales acumuló un aluvión de declaraciones sui generis en su carrera política, como la ocasión en que afirmó que comer carne de pollo generaba homosexualidad. Sin embargo, a pesar de sus desvaríos, nunca habló de invadir Brasil y tomar Brasilia con sus tropas, ni siquiera de masticar coca en una pose de victoria a orillas del Lago Paranoá. Nada de eso.
El tema duró unos meses en las redes sociales y desapareció. Pero, las fake news poseen una peculiar capacidad de recauchutar las paranoias en las redes: la misma “noticia” de los planes de invasión resucitó un año después (y como si fuera un tema totalmente nuevo). Esto ocurrió en los días en que se llevaba a cabo la votación del juicio político de Rousseff.
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En esa época se publicaron videos en Youtube con el título “Evo Morales amenaza invadir Brasil”. Sin embargo, en el video Morales no hacía este tipo de amenaza.
Si Evo Morales hubiera anunciado que invadiría Brasil, habría sido noticia en los medios latinoamericanos: por un lado, por la promesa de una invasión militar – algo raro en la región desde la Guerra del Cenepa entre Perú y Ecuador en 1995 – por otro lado, por lo extravagante que sería ver el ejército boliviano tratando de enfrentarse al brasileño en la última década.
Golpe de Estado contra Fernández (y golpe de Estado de Fernández)
A mediados del año pasado empecé a recibir mensajes inquisitivos (y sin los buenos modales exigidos) sobre “golpes de Estado” que estarían ocurriendo hacía días en Argentina. Si, lo escribí en plural porque los mensajes venían de dos grupos diferentes que afirmaban que estaba sucediendo un intento de golpe militar en el país.
Versión 1: Tanques en las calles de Buenos Aires. El presidente comunista Alberto Fernández envía tropas para cerrar el Parlamento y asumir plenos poderes. Las tropas disparan contra los manifestantes. Medios de comunicación invadidos, se impuso la censura. Confiscación de empresas. ¡El comunismo amenaza a Argentina! Un millón de personas protestan contra el golpe de Estado frente al Congreso Nacional.
Versión 2: Tanques en las calles de Buenos Aires. La oposición fascista, lacaya de Washington, está intentando derrocar al presidente Alberto Fernández. ¡No pasarán! Un millón de personas protestan contra el golpe de Estado frente al Congreso Nacional.
Mientras tanto, los amigos porteños a los cuales yo comentaba los delirios que recibía, reaccionaban estupefactos. Los argentinos tienen montañas de problemas… pero, los militares ya no constituyen uno de ellos desde la década de 1990.
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Ante estas escenas de delirio colectivo… de hecho, dos delirios colectivos sobre el mismo tema, me puse a explicar:
1 – Las fuerzas armadas argentinas están desmanteladas. No tienen ninguna capacidad de dar un golpe de Estado. Los blindados se rompían tanto en los desfiles militares que, para no pasar más vergüenza en público, las autoridades optaron por desfilar solo con la infantería. Y también con los históricos granaderos a caballo. Los garbosos equinos no defraudan al ejército… ¿pero se imaginan un “golpe de Estado” a caballo en el siglo XXI? El país tiene apenas cuatro aviones de combate plenamente operacionales. La Marina está en situación de penuria (la minúscula Armada uruguaya tiene más horas de entrenamiento en alta mar que su congénere argentina).
2 – Los militares argentinos no son populares. Por lo tanto, no existen grupos sociales de peso que pidan una “intervención militar”.
3 – Los propios militares no están interesados en administrar este país altamente complejo. Argentina está hundida en una crisis intermitente. Y todo empeoró en 2018, con el aumento de la recesión. Y se puso mucho peor con la pandemia.
¿Pero, qué fue lo que generó tanto escándalo como para que dos grupos lanzaran dos teorías conspirativas simultaneas sobre un “golpe de Estado”? Pues bien, la policía de la provincia de Buenos Aires, la Policía “Bonaerense”, estaba en huelga para exigir mejores salarios. Todo adquirió una magnitud más grande porque era la primera gran huelga de la Bonaerense.
Mientras tanto, en las redes sociales, twitteros de derecha y de izquierda (cada uno con sus neurosis propias) afirmaban que “toda la policía del país” estaba en huelga. No. Era apenas la policía de la provincia de Buenos Aires.
Pero, en las redes, todo se transforma en lo mismo y los teóricos conspirativos acusaban al alcalde porteño (de oposición) de intentar derrocar al presidente Fernández. Es más, la oposición criticó la paralización policial.
Días después el gobierno hizo un acuerdo con los policías y todos volvieron al trabajo.
Sobre el “millón de personas protestando frente al Congreso Nacional”, en la vida real eran unas 100 personas. La aritmética no es el fuerte de las redes.
Sobre el rigor para chequear datos
El escritor estadounidense Mark Twain (1835-1910) declaró una vez con sarcasmo que “una mentira puede estar en la mitad del viaje alrededor del mundo mientras la verdad todavía se está poniendo los zapatos”. Esta es la frase que circula en las redes sociales, el vasto territorio en que el chequeo de la información es tan frecuente como las medallas olímpicas de Barbados, Chipre y Macedonia. Pero, la frase no es de Mark Twain. Él nunca la escribió. “¡Qué pena!’, lamentarán algunos, ya que la frase suena bien y Twain es famoso. Pero, lo siento, a veces la realidad va contra la corriente.
La frase se publicó antes de que Mark Twain naciera, en 1820, en el Portland Maine Gazette: “Una mentira volará de Maine a Georgia mientras la verdad todavía se estará poniendo las botas”.
Sin embargo, la frase original es otra: “La mentira vuela, mientras la verdad viene detrás, cojeando con dificultad”. Su autor, el escritor Jonathan Swift (1667-1745), la publicó en 1710 en el periódico londinense The Examiner. Swift, en su época, era extremadamente famoso. Es el autor de “Los viajes de Gulliver”. Sin embargo, su nombre está algo olvidado actualmente. Ahora Mark Twain tiene más popularidad, especialmente en Estados Unidos. Por lo tanto, para las redes sociales “es mejor” decir Twain.
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Traducido por Adelina Chaves